Tú, avezado lector, curioso y observador, habrás percibido la notable ausencia de la mediática y fenomenal Saga Crepúculo en las críticas y noticias de este blog. No es por dejadez, vagancia o pasotismo, sino por no contribuir a la saturación que sufren (sufrimos) los espacios del medio debido a esa enfermedad cansina, vírica y de fácil contagio que es Crepúsculo, aunque todos a posteriori nos aprovechemos de su gancho para nuestro propio beneficio. Producto comercial por antonomasia, hecho a la medida exacta de las necesidades y los deseos de su consumidor, la Saga agota a los que no la esperamos con ansia o pasión, convirtiéndonos en víctimas colaterales de su presencia en todo tipo de medios. Tanto “te quiero tanto que me duele”, tanto “contigo mal, sin ti mucho peor”, tanto mohín kristenstewartado, tanta palidez pattisoniana, tanto pecho lobo… satura y cansa y duele, duele tanto… Pero como el negocio está resultando ser una auténtica mina de oro, tenemos tema para rato ya que las cosas se están haciendo a toda máquina para aprovechar al máximo el tirón del producto entre los más jóvenes (y no tanto). En un año dos películas y dentro de apenas seis meses llega la tercera, Eclipse, que cuenta como director con David Slade, un señor que firmó la durísima Hard Candy, que retrató a los vampiros como sanguinarios animales en 30 Días de Noche y que ahora se ha pasado a la saga más soft, rosa y edulcorada de la historia del cine en lo que a chupasangres se refiere. Ahí va el escueto primer cartel de la tercera de la saga, que no la última.
•Despedida a Néstor Kirchner•
Hace 14 años
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